miércoles, julio 12, 2017

El riesgo de ceder potrillos

Los canteranos de la pretemporada, junto a Eusebio y Llorente.
Sería de locos criticar la política de cantera de la Real. Estamos hablando de un club que juega todas las semanas con más de media docena de jugadores forjados en sus propias instalaciones, que en ocasiones llega a rozar el pleno, que ha instalado en su once titular prácticamente cada temporada a un nuevo joven valor y que acumula en los últimos años varias operaciones con clubes punteros abonando auténticas millonadas para hacerse con sus perlas. No hay muchos clubes que puedan presumir con más razones de sus factorías que la Real de la Zubieta. Pero hay un elemento discordante en esta feliz visión de su política de cantera, una que invita también a la reflexión.

En los últimos tiempos, han sido bastantes los jugadores del filial que se han asomado al primer equipo, muchos de ellos además con ficha profesional, pero que no han terminado de cuajar. La apuesta de la dirección deportiva en estos casos ha sido la cesión. Foguearles y probarles en otro sitio, lejos de casa, que se acostumbren a tener minutos, normalmente en una Segunda División que se antoja más dura y más forjadora de carácter que la Primera. Sobre el papel no es mala idea, pero es evidente que no está funcionando. La operación salida de estos días, en la que algunos de estos canteranos se han desvinculado ya de la Real, está confirmando algo que ya se podía intuir desde hace tiempo: el potrillo, o salta directamente al primer equipo y con la confianza del entrenador de turno o acaba dejando el club después de una o varias cesiones.

No hay más que comprobar los datos. Zurutuza fue el último canterano en salir cedido que se ha instalado después en el primer equipo. Y eso fue cuando la Real todavía estaba en Segunda División. El de Rochefort pasó la temporada 2007-2008 en el Eibar, y aún así no asomó la cabeza definitivamente en el primer equipo hasta la 2009-2010, cuando se convirtió en una de las piezas claves del ascenso. Desde entonces, todos los jugadores del Sanse que han acabado instalándose de una manera regular en el primer equipo, ya en la élite de la Primera División, ha sido sin cesión. Ese ha sido el caso de Illarramendi, Iñigo Martínez, Oyarzabal, Pardo, Zaldua y Elustondo. Todos debutaron con número del filial y todos lograron titularidades más o menos prolongadas, fijas en el caso de los tres primeros, ganándose así el derecho a permanecer en el primer equipo de la Real.

Pero salir cedido no funciona, y eso hace pensar que la dirección deportiva no está acertando con esta política. Sin contar a Zaldua, que es víctima del overbooking del lateral derecho pero en principio un jugador con el que se cuenta, y con la duda de Pardo, del que ahora mismo no se sabe absolutamente nada, desde que la Real volvió a Primera seis jugadores que han tenido dorsal del primer equipo han vivido alguna cesión. Los seis han tenido un papel meramente testimonial entre los mayores. Gaztañaga, tras sus cesiones a Ponferradina y Numancia, es el único que sigue en la Real, pero sabe que su futuro no está vestido de txuri urdin. Héctor sigue cedido, ahora en el Alavés y después de haber pasado por el Granada, pero no parece una opción de futuro. Oyarzun se ha desvinculado ya de la Real, que le cedió la pasada temporada al Mirandés, y la próxima temporada jugará en el Zaragoza. Cadamuro, después de subir al primer equipo sin haber debutado antes, por decisión del club, pasó por Numancia y Osasuna antes de dejar la Real. Incluso Javi Ros llegó sin demasiada confianza al primer equipo tras haber sido cedido al Eibar y Viguera puso fin a su estancia en la Real cedido en dos ocasiones al Nastic.

Si la cesión no sirve para un jugador que ya ha tenido dorsal del primer equipo, cosa que parece más normal, tampoco está sirviendo como parte del ciclo formativo antes de dar ese salto. Cuatro potrillos del Sanse que llegaron a debutar en el primer equipo tras el regreso a la máxima categoría fueron cedidos antes de lograr dorsal en la primera plantilla, y tres ya no tienen relación con la Real. El único que sigue en el club es Eneko Capilla, que tiene ahora mismo un futuro incierto tras haber pasado por el Numancia, y Hervías ha sido el último en dejar el club después de nada menos que tres cesiones, en Osasuna, Oviedo y Elche. A estos se unen Iker Hernández, que jugó a préstamo en el Barakaldo antes de cambiar la Real por el filial del Athletic, y Marco Sangalli, que vistió la camiseta del Alavés cuando todavía pertenecía al club donostiarra.

Este aspecto de la política de cantera de la Real cobra una especial relevancia si tenemos en cuanto que son cinco los jugadores del Sanse que, si no sucede nada extraño, lograrán dorsal de la primera plantilla para la temporada que está a punto de comenzar. Odriozola ya se ha ganado ese derecho siendo el mejor lateral derecho de la pasada Liga; Kevin Rodrigues está llamado a jugar un papel protagonista tras la espantada de Yuri. ¿Pero qué sucederá con Guridi, Zubeldia y Bautista, incluso con Bardají? No tiene sentido subir a canteranos al primer equipo si no se cuenta de verdad con ellos, para tener más o menos minutos pero para ser jugadores de la Real de pleno derecho. Si no hay confianza, el mensaje que se traslada al Sanse es frustrante. Odriozola y Oyarzabal son la luz, pero hay sombras en las que hay que trabajar desde la dirección deportiva pero también desde el banquillo.

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